Dos ruedas son mejor que cuatro, eso siempre le he dicho a mis amigos. Algunos me dicen “la gringa”, tatuada casi completamente, con uno que otro aro entre el cuello y las piernas y el pelo siempre así, suelto con muchas rizos. Soy la barbie de los infelices.
Sí, me escapé de mi casa. Vivo en este mundo que queda al fondo a la izquierda. Obvio que me trataron de detener y muchas veces los estúpidos han venido a buscarme, pero ni los pesco.
Me encanta esto del látex, del cuero oscuro, gastado, rajado… es mi segunda piel. Cada cinco segundos solía tener un arranque más o menos temerario entre mis partners, donde competimos por saber cuál es el más rápido de todos. Los muy tontos creen que por ser mujer soy más estúpida, más lenta, más obvia. Pero se equivocan y eso es lo que pasó aquella noche, detective.
Obviamente a los hombres se les chupa competir contra una mujer, piensan que si pierden, sus orgullosos miembros caerán entre sus piernas.
Yo los controlaba, detective, yo los hacía sentir como babosas, como insectos pequeños en un bosque.
La cosa fue así. Me subí a mi Shadow. El viento estaba helado y me pegaba en la cara. Me coloqué los audífonos típicos, estos mismos y puse Cry baby de la Joplin. ¿Sabe qué? La mierda de todos los días se olvida a esa velocidad. Llegué al lugar de siempre y…
--¿A la Chimba?-
Sí, llegué para allá y apenas bajé el pedal de la moto, el Jano me dijo que me echaba una. Ni lo miré y me subí de nuevo a mi joyita. El muy imbécil comenzó a reírse y a burlarse de mí, como si no me diera cuenta. Pero me hice la tonta, como si no supiera nada y le moví un poco el culo, como para tentarlo, como para que se distrajera. El tonto y los demás re tontos se quedaron mirando como insectos, como le había dicho antes y yo comencé a andar.
El Jano se dio cuenta que ya había partido y trató de alcanzarme, pero no pudo. Usted entiende, las mujeres estamos arriba, ¿no es cierto?
¿Tiene fuego señor detective?
Gracias.
Bueno, como le iba contando, obvio que le gané al Jano, así que mientras él se lamentaba me prendí un pucho. Él se me acercó despacio, mirándome de arriba abajo y me dijo que estaba buena, que por qué no íbamos para el rincón, que qué iba a hacer cuando llegara a mi casa y miles de otras babosidades más. Yo sólo lo miré con los ojos verdes, estos mismo ojotes don detective y me fui a comer un completo al carrito de don Carlos.
--Pero el señor Carlos dice que usted no comió ningún completo esa noche.-
Pero espere pues detective, que cuando iba llegando al carrito, el Jano me agarró de la cintura y me dijo “ven pa’ acá rucia rica”.
-- ¿Y usted qué hizo señorita Katherine? -
No me diga así detective. Ya le dije que soy la Gringa. Bueno, como le iba contando, me dijo esa cuestión el muy asqueroso y le dije a los cabros que lo sacaran, que me estaba molestando. Así que el Guatón, el Jaime y el Pancho se llevaron al Jano para el peladero que está al lado y lo tiraron. Ahí fue cuando me acerqué y le tiré un escupo en la cara.
--Encontramos su ADN en la cara y en la boca, pero también en…usted me entiende…en su… -
¿Está insinuando señor detective que yo me lo tiré?
--Yo no he dicho eso, señorita, pero las pruebas confirman que usted tuvo relaciones sexuales con él el día del siniestro -
Bueno, pero eso fue antes, mucho antes.
--¿Antes de qué señorita?-
Antes de la carrera. Es que se me olvidó contarle eso.
--Bueno, cuénteme no más -
Está bien. Es que, como que no me siento orgullosa de contar eso.
-- La escucho –
Lo que pasa es que con el Jano igual como que nos juntamos y usted sabe, señor detective, la carne es débil, incluso para una que es mujer.
--¿Pero usted no lo odiaba? –
Sí, lo odio, bueno, lo odiaba. Lo que pasa es que el cuento es así. Nosotros estábamos juntos, vivíamos juntos pero terminamos. Terminamos hace un año más o menos, por una mina que se metió en medio. Así que las cosas con él no estuvieron muy buenas que digamos. Así que desde ese momento, igual siento una atracción por él y cada vez que nos vemos, nos reconciliamos y nos peleamos nuevamente.
Entonces, ese día fui al flipper en la tarde y me lo encontré. De ahí nos fuimos al el motel que está a la vuelta. Después me fui para mi casa y en la noche a la Chimba.
-- ¿Y qué fue lo que hizo después señorita?-
¿Después de la Chimba? Bueno, como le dije, lo escupí y me largué de ahí.
-- Me gustaría que me dijera quiénes eran los que estaban esa noche –
Estaba don Carlos, Jaime, Pancho, el Guatón y Emilio. Sí, creo que esos eran todos los que estaban. ¿Me va a arrestar don detective?
-- No puedo confirmarle eso, pero ahora puede retirarse y esperarme en la sala de al lado –
Señor detective, no puede hacerle nada a mis amigos. Ellos no tienen la culpa.
-- ¿Y quién tiene la culpa entonces?—
Bueno, a mi parecer, nadie. Como que igual el Jano se la buscó. Molestaba a los cabros, se reía de ellos, les espantaba a las minas. El Jano era muy desagradable y ahora que lo pienso, no tengo idea que cresta le vi a ese insecto.
-- Señorita Katherine, ¿está usted insinuando que todos odiaban a Alejandro?—
Sí pues, señor dectective, eso es lo que le digo. Yo lo odiaba más que todos, pero igual era rico, por eso nos íbamos para el motel de vez en cuando.
-- Entonces, ¿cuál es su coartada para esa noche? ¿qué es lo que hizo después de estar en la Chimba?—
Me fui para mi casa, como siempre.
-- ¿Hay alguien que pueda corroborar eso?—
No, señor detective. ¿Me puede dar un cafecito? Es que estoy con caña y usted me hace muchas preguntas.
-- Señorita Katherine, retírese y cómprese un café afuera—
***
-- Su nombre es Francisco Guerra, ¿no es cierto?-
Sí, pero dígame Pancho.
-- Bueno señor Pancho, cuénteme qué es lo que sucedió antes de ayer, la noche del sábado 10 de septiembre –
Nada sucedió. Fuimos a hacer carreras y a tomar cerveza, como siempre, como todos los días.
-- ¿Es verdad que usted lanzó al señor Alejandro a un lugar abandonado? –
Sí, es verdad.
-- Y luego de eso, ¿Volvió para desquitarse con él? –
No, nada que ver. Yo sólo lo hice por que la Gringa me lo pidió.
-- ¿Usted sentía odio por Alejandro? –
No. De hecho éramos buenos amigos, pero cuando está la Gringa como que hacemos lo que ella quiere. Ahora que lo pienso, no tengo idea por qué.
-- ¿Con quién más arrojó al señor Alejandro? –
Bueno, con el Jaime y el Guatón.
-- Pero habían más personas ahí que podrían haber ayudado, ¿o no? -
Sí, estaba el Emilio y el Carlos, el de los completos.
-- ¿Porqué cree usted que esas dos personas no hicieron nada? –
Don Carlos no hizo nada por que tiene su carrito y tiene que cuidarlo. El mes pasado le robaron toda la mercancía y por eso no puede dejar su lugar abandonado. Bueno, y el Emilio es el Emilio.
-- ¿A qué se refiere con eso? –
Es que el Emilio es reservado. Siempre está sentado sobre su moto mirando todo. Como que no habla, como que está en otra. Me acuerdo que esa noche me miró fijamente, mientras tiraba al Jano al barranco.
-- Señor Francisco, ¿usted sabe cómo murió Alejandro?—
No, no lo sé señor detective. ¿Lo acuchillaron?
-- No, le quemaron la cara con aceite hirviendo y luego, le dispararon dos veces—
…
-- Bueno señor Francisco, espéreme en la sala de al lado donde está la señorita Katherine –
***
-- ¿Es usted el dueño de carro de comida?—
Sí señor detective, sí señor.
-- ¿Qué hace usted depsués de vender completos en la Chimba? ¿Qué hace con su carro?
Bueno, lo dejo ahí, porque no tengo dónde dejarlo. Pero siempre, señor detective, siempre me roban algo esos bandidos.
-- ¿Usted sabe quien le roba?
No lo sé, señor detective, pero estoy juntando la platita para poder llevármelo a mi casa.
-- ¿Qué es lo que le robaron antes de ayer?—
Siempre me roban lo mismo. El aceite que ocupé esa noche y un cuchillo. ¿Puede creer, señor detective, que todos los días que voy a trabajar debo comprar un cuchillo nuevo y un litro de aceite? Esto ya me tiene mal, muy mal señor detective, lo único que quiero es irme para otro lugar.
-- Muchas gracias por su testimonio, puede esperar en la otra habitación—
***
-- Señor Emilio, ¿cuál es su apellido? -
…
-- ¿Estuvo usted ante noche en la Chimba, donde Alejandro murió? –
…
-- Si no va a hablar señor, voy a tener que dejarlo en custodia hasta que quiera hablar –
No es necesario eso, señor detective. Le voy a contar lo que realmente sucedió.
--Lo escucho –
La verdad señor detective es que yo no lo maté.
-- Pero, ¿usted fue testigo de cuando Alejandro fue lanzado al barranco?—
Sí señor. Pero yo no lo lancé. Sólo miré cómo, por primera vez, Jano era ridiculizado. Eso me causó bastante gracia.
-- Señor Emilio, ¿qué hizo usted después de estar en la Chimba?—
Me fui para mi casa, como siempre.
-- Oficial, haga pasar a la señorita Katherine –
--Señorita Katherine, tome asiento –
¿Qué pasa don detective? ¿por qué el Emilio está acá?
-- Necesito que estén ustedes dos para hacerles unas preguntas –
Dígame no más, detective. Soy todo oídos.
-- ¿Estuvieron ustedes juntos la noche aterior, cuando Alejandro Martínez murió? –
¿Cómo juntos, señor don detective? Quiere decir, ¿juntos juntos? No pues, ¿me vió cara de qué señor?
Pero Gringuita, respóndele al detective.
¿Y qué querí que le diga?
Bueno, dile la verdad, tú siempre dices la verdad.
-- La verdad es que quiero que los dos me respondan –
Señor detective. Quizás usted no sepa pero, estudié 2 años derecho en la universidad y una de las cosas que aprendí es que, su interrogatorio, se está volviendo un acoso.
¿Y cómo sabes tanto Emilio?
Al ser un acoso, es algo personal y bueno, usted sabe, podríamos hablar sobre esto. Por lo que le propongo, que no siga preguntándonos ni insinuando situaciones que no son reales, hasta que tengamos un abogado que pueda defendernos.
Sí, señor don detective. Espérese sentadito no más.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
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