miércoles, 23 de noviembre de 2011

Son las 7:30

Publicado por Gringa en 18:28
Sabía que tenía que llegar como sea, ya no podía retrasarme más. Pasé por el bar de la esquina donde atiende el Guatón Pancho y le pedí un whisky, un Johnny Walker.
Ya no tenía remordimiento pero el nervio me consumía. Le pedí un puro al Pancho y lo prendí.
Mientras jugaba con el humo me di cuenta, aunque ya sabía lo que tenía que hacer. Creí que nunca llegaría, pero necesitaba ese whisky.
Le coloqué 10 mil pesos debajo del vaso y salí, casi corriendo.

- Señora disculpe, ¿me puede decir la hora?, le dije.
- Sí claro, son las 7:30.
- Señor, ¿le pasa algo? Es que tiene...
- Un rasguño solamente señora, no se preocupe.- le dije interrumpiéndola.

Me di cuenta tenía la corbata un tanto suelta, así que la apreté un poco y la puse de nuevo en su posición. Quién sabe, quizás ya todo estaba arreglado y no debía continuar con esto, sólo llegar a mi destino y cobrar lo que me debía.
Llegué finalmente luego de tomarme un taxi y traté de concentrarme en otro asunto, pues todavía se me clavaba en el cerebro esa voz. La verdad es que era una voz un tanto suave pero firme, eso es lo que más llamó mi atención. Me bajé del taxi y le di un poco más al taxista, por la molestia digo yo.
Entré en el galpón. Siempre me daba el mismo escalofrío cuando pedía hablar con el jefe. Los matones que tenía de guardia eran los mismo de anoche y ni me reconocieron, o quizás no quisieron, qué se yo.
Sentado friamente en su escritorio estaba el jefe. Llevaba ese traje chillón del cual siempre me burlaba y además, esta vez estaba acompañado de Helena, su mujer.
Me miró un poco de reojo y, carraspeando su incurable tos me dijo:
- Acá tienes tus 300.000.
- Gracias Jefe. ¿y lo otro?.- le dije recogiendo el sobre, el típico sobre verde que acostumbraba a entregar. No me dijo nada de los 500.000 mil que me debía, así que seguí esperando.
Pensé que finalmente había sido un trabajo más y quién sabe, tal vez ya no necesitaba más esto.

- ¿Te costó mucho trabajo?.- me dijo, toqueteando a Helena.
- No, sólo unos calmantes y ya está.- le respondí, extrañado de su conversación.
- Mira tu, saliste habiloso compadre, se te ve bien inteligente.- hizo una pausa y agregó - Vamos a tener que seguir trabajando juntos.-
- Bueno y respecto a lo que te debo, te lo pago después.- me dijo.
- ¿Después cuándo? Es que el trabajo ya está hecho así que necesito la plata.- le dije, despegándome un poco el nudo de la corbata.
- Bueno, te puedo pagar mañana quizás, pero tienes que venir a las 8:30 hrs. en punto.
No le dije nada más y me fui. La verdad es que ya no me sentía muy bien y trataba de no recordar, pero cada paso que di me trituraba la mente.
Sólo recuerdo que pude abrirla con facilidad pues ya tenía las llaves. Rechinó un poco pero logré silenciarla. Caminé por el pasillo y ya era todo mecánico; debía encontrarla y aniquilarla como sea y con que sea.
- Mamá, ¿llegaste?.-gritó ella desde el segundo piso.
Yo no pude decir nada, sólo oí la melodía del homicidio, ese dulzor amargo de la victoria y la pérdida, de la carne ardiendo por más carne y continué.
Subí por esas escaleras que habíamos contruído juntos. Vi las fotos antiguas que estaban colgadas en esa pared manchada y sucia. Sus ojos eran iguales a los de ella, pero tenía que terminar esto.
Abrí su pequeña puerta, ya que estaba escondida en su casa de muñecas. Me miró y no dijo nada, sólo dejó que yo trabajara en el asunto. Le tapé la boca con el pañuelo rojo que me habían dado en la oficina y me rasguñó la frente. Cuando ya no luchaba por respirar ni me miraba, le inyecté algunos calmantes. Quizás esta era la única parte que me quedaba viva y que hacía que sintiera lo que estaba haciendo.
Luego, la tome en mis brazos y casi sin respirar, la deje en la cama, nuestra cama y le quité la ropa.

Sabía que tenía que escapar como sea, así que salí por el patio de atrás.
Tenía que llegar pero no tenía reloj y no sabía a qué hora debia recoger el dinero, porque lo había anotado en una servilleta del bar del Guatón, así que como vi a esa señora caminando le pregunté.

- Señora disculpe, ¿me puede decir la hora?, le dije.
- Sí claro, son las 7:30.
- Señor, ¿le pasa algo? Es que tiene...
- Un rasguño solamente señora, no se preocupe.- le dije interrumpiéndola.

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