miércoles, 23 de noviembre de 2011

Son las 7:30

Publicado por Gringa en 18:28 0 comentarios
Sabía que tenía que llegar como sea, ya no podía retrasarme más. Pasé por el bar de la esquina donde atiende el Guatón Pancho y le pedí un whisky, un Johnny Walker.
Ya no tenía remordimiento pero el nervio me consumía. Le pedí un puro al Pancho y lo prendí.
Mientras jugaba con el humo me di cuenta, aunque ya sabía lo que tenía que hacer. Creí que nunca llegaría, pero necesitaba ese whisky.
Le coloqué 10 mil pesos debajo del vaso y salí, casi corriendo.

- Señora disculpe, ¿me puede decir la hora?, le dije.
- Sí claro, son las 7:30.
- Señor, ¿le pasa algo? Es que tiene...
- Un rasguño solamente señora, no se preocupe.- le dije interrumpiéndola.

Me di cuenta tenía la corbata un tanto suelta, así que la apreté un poco y la puse de nuevo en su posición. Quién sabe, quizás ya todo estaba arreglado y no debía continuar con esto, sólo llegar a mi destino y cobrar lo que me debía.
Llegué finalmente luego de tomarme un taxi y traté de concentrarme en otro asunto, pues todavía se me clavaba en el cerebro esa voz. La verdad es que era una voz un tanto suave pero firme, eso es lo que más llamó mi atención. Me bajé del taxi y le di un poco más al taxista, por la molestia digo yo.
Entré en el galpón. Siempre me daba el mismo escalofrío cuando pedía hablar con el jefe. Los matones que tenía de guardia eran los mismo de anoche y ni me reconocieron, o quizás no quisieron, qué se yo.
Sentado friamente en su escritorio estaba el jefe. Llevaba ese traje chillón del cual siempre me burlaba y además, esta vez estaba acompañado de Helena, su mujer.
Me miró un poco de reojo y, carraspeando su incurable tos me dijo:
- Acá tienes tus 300.000.
- Gracias Jefe. ¿y lo otro?.- le dije recogiendo el sobre, el típico sobre verde que acostumbraba a entregar. No me dijo nada de los 500.000 mil que me debía, así que seguí esperando.
Pensé que finalmente había sido un trabajo más y quién sabe, tal vez ya no necesitaba más esto.

- ¿Te costó mucho trabajo?.- me dijo, toqueteando a Helena.
- No, sólo unos calmantes y ya está.- le respondí, extrañado de su conversación.
- Mira tu, saliste habiloso compadre, se te ve bien inteligente.- hizo una pausa y agregó - Vamos a tener que seguir trabajando juntos.-
- Bueno y respecto a lo que te debo, te lo pago después.- me dijo.
- ¿Después cuándo? Es que el trabajo ya está hecho así que necesito la plata.- le dije, despegándome un poco el nudo de la corbata.
- Bueno, te puedo pagar mañana quizás, pero tienes que venir a las 8:30 hrs. en punto.
No le dije nada más y me fui. La verdad es que ya no me sentía muy bien y trataba de no recordar, pero cada paso que di me trituraba la mente.
Sólo recuerdo que pude abrirla con facilidad pues ya tenía las llaves. Rechinó un poco pero logré silenciarla. Caminé por el pasillo y ya era todo mecánico; debía encontrarla y aniquilarla como sea y con que sea.
- Mamá, ¿llegaste?.-gritó ella desde el segundo piso.
Yo no pude decir nada, sólo oí la melodía del homicidio, ese dulzor amargo de la victoria y la pérdida, de la carne ardiendo por más carne y continué.
Subí por esas escaleras que habíamos contruído juntos. Vi las fotos antiguas que estaban colgadas en esa pared manchada y sucia. Sus ojos eran iguales a los de ella, pero tenía que terminar esto.
Abrí su pequeña puerta, ya que estaba escondida en su casa de muñecas. Me miró y no dijo nada, sólo dejó que yo trabajara en el asunto. Le tapé la boca con el pañuelo rojo que me habían dado en la oficina y me rasguñó la frente. Cuando ya no luchaba por respirar ni me miraba, le inyecté algunos calmantes. Quizás esta era la única parte que me quedaba viva y que hacía que sintiera lo que estaba haciendo.
Luego, la tome en mis brazos y casi sin respirar, la deje en la cama, nuestra cama y le quité la ropa.

Sabía que tenía que escapar como sea, así que salí por el patio de atrás.
Tenía que llegar pero no tenía reloj y no sabía a qué hora debia recoger el dinero, porque lo había anotado en una servilleta del bar del Guatón, así que como vi a esa señora caminando le pregunté.

- Señora disculpe, ¿me puede decir la hora?, le dije.
- Sí claro, son las 7:30.
- Señor, ¿le pasa algo? Es que tiene...
- Un rasguño solamente señora, no se preocupe.- le dije interrumpiéndola.

Estación de servicio

Publicado por Gringa en 18:27 0 comentarios
Guardé todos los papeles sueltos en mi maletín y me dispuse a partir. Mi madre dormía como siempre, la muy maldita. ¿Por qué tengo que matarla? Yo ya no quiero. Prefiero seguir calculando. Hay tanto que descifrar, tantos números que contar, que sumar, que restar, que dividir…Mi número Pi, el favorito, ése que me acompaña todas las noches. Piensa, piensa, ¿qué tengo que hacer ahora? Ah, sí, ir a la estación de servicio. Un café o mejor dos, uno para cada mano. Pero no puedo, tengo que dejarlas libres o por lo menos una, para teclear cada una de las cifras. Tengo tanto trabajo, tantos números que contar, que sumar. Uno, dos, tres pasos hacia la puerta. Uno, dos, tres pasos hacia la calle.
¿Qué quieres? Tengo mucho que calcular. Ahora no puedo. Ya te dije, no puedo matarla. Hoy no, tengo mucho trabajo.
Si son 20 cuadras más 5 baldosas, entonces si voy repitiendo el pie derecho cada 1 segundo y medio y al llegar a las esquinas comienzo con el izquierdo, así quizás podría llegar a la hora justa. O mejor, qué tal si repito el izquierdo y llego con el mismo al primer semáforo. Tal vez convenga irme como anoche, eso me ahorraría el tiempo que tendría que esperar en el primer y tercer semáforo, porque van a estar en rojo.
Uno dos tres derecho, uno dos tres derecho, uno dos tres derecho, uno dos tres derecho, uno dos tres derecho.
Ya te dije que te callaras, que ahora tengo que trabajar, que tengo tanto que calcular, tantos números que contar. No, no…eso no es posible, debe haber un error, un error de cálculo, eso siempre pasa.
1, 3, 5 y 7. Se abre el maletín. Mis queridos números impares, siempre guardan mi secreto. Calculadora, lápiz, regla, cuaderno. 21 por 459 dividido por….otro lápiz, éste ya está gastado. 67 más 6.943 por 65 da un valor de…

***

Take my hand, take my whole life too, for I can’t help falling in love with you…
Excelente canción, ¿cómo sabías que me gustaba tanto? Take my hand…ésta es la mejor parte.
Bueno y ¿cómo quieres morirte? Haber, tengo el extintor, el agua caliente, la parafina, el cuchillo…Elige rápido, no tengo todo el día. Te recomiendo la parafina, ésa si que es muerte. Te mueres porque te quemas, ¿entiendes?
Take my whole life too…Realmente Elvis fue un ídolo. ¿Sabías que tenía un hermano gemelo? Te apuesto a que ni sabías. Bueno ahora que lo sabes, no se lo podrás decir a nadie.
No te entiendo si lloras, ¡habla claro! ¿Qué qué quieres? ¿La parafina? No grites, no ves que estamos en una estación de servicio. Vamos a parar el CD un ratito mejor, no vaya a ser que te emociones más con la canción.
Es bien lindo el auto que te regalé. Ni que fuera gusto mío.
No, no trates de sacarte las cuerdas de la mano. Hice el nudo muy bien, como me enseñaron los del club de yates.
No, sabes que no fue mi culpa. Tú te equivocaste y yo te advertí. No, no lo niegues, yo sí te advertí. Tan linda que eras, tan buena en la cama, tan delicada…y tenías que cagarla.
Qué lindos tiempos tuvimos tú y yo en la playa. ¿Pensaste que te podrías llevar mi plata? ¿Qué podías irte con ese hueón?
Qué manera de perder mi tiempo contigo. Pensar que podría haberte puesto en mi testamento y no lo hice. Estuvo buena la movida, ¿o no?
Ya, me voy a poner los guantes. Listo. ¿En dónde nos quedamos?

***
Déjame aquí no más, es que tengo hambre. Después de todo el copete que me tomé me vendría bien un completo. Anda no más a tu casa, yo después me voy. No, si no me va a pasar nada, tranquilo.
Pucha que hay autos esta noche. Son las 5:20 de la madrugada y a las 6:00 pasa la primera micro.
Estas puertas malditas me enferman…clac se abren, clac se cierran. Haber, completo, bebida y café 1.950 pesos. Completo, chocolate y bebida 1.750 pesos.
Ya mejor esa. Dame una promoción 5 para servir acá. ¿Hartos autos esta noche o no?
Mejor subo las escaleras, de arriba se ve la calle. Rincón, rincón, ahí hay un asiento. Me duelen las patas, la espalda. Estoy más vieja, se nota.
No hay nada mejor que estas bebidas de máquina llenas de hielo y soda. Como que te queman la garganta, pero igual son ricas.
¿Qué le pasa a ese viejo? Tac, tac, tac, tac, me tiene enferma con esa calculadora. Mi cabeza, el copete, los pitos y sigue con la cuestión. ¿Qué tiene que andar calculando a esta hora? Qué loco el viejo.
¡Ya po córtala! Más encima habla solo. ¿Para qué tiene tantos cafés encima de la mesa? Y esos papeles y los lápices. Qué enfermo.
Igual está rico el completo. Esta palta igual es como de mentira, es como fosforescente.
Ya está amaneciendo. Mejor me voy a fumar un pucho afuera, con el cafecito, que rico. Malditas puertas, las odio.
Take my hand, take my whole life too, for I can’t help falling in love with you…
Disculpe señor, no lo vi, estaba mirando para abajo. No se preocupe señorita.
Qué raro el viejo, con guantes y este calor. Más encima cantante. Le voy a decir al Pancho la cantidad de freaks que vi en la estación de servicio, no me va a creer.

Verdades desde la boca a la vagina

Publicado por Gringa en 17:58 1 comentarios
Soy Estrella Valentina González, prostituta por profesión de acomodo. Enseñanza media incompleta, población nº 567 al lado del negocio del guatón Pancho. Marido en la cárcel, hijos en el colegio de la calle y cuñado, suegra, cuñada, primos y primas de allegados a mi casa.
En el día duermo a pata suelta y de noche ejerzo mi profesión que como dije, es de acomodo, ya que no tengo más que hacer.
Siempre se me ha pasado por la cabeza que tengo que salirme de esta cuestión. Todas las noches le doy un besito a la virgencita que tengo colgada en el cuello y le pido que me saque de aquí. Me tiene aburrida la mala vida, las putas viejas, los condones de mala calidad y las noches de largas esperas. Ya casi no quiero esto, ya casi no quiero más.
Terminé de fumar y me acerqué al auto azul, que hace rato que andaba buscando acción. Un hombre obeso y transpirado bajó el vidrio y me dijo “Hola reina”. Creo que con esto terminó de matar mi noche.
Comienza otra aventura entre tú y tú e infinitos hombres extraños, traumados, flacos, gordos, impotentes, maniáticos, sádicos, tímidos, estúpidos. En fin, muchos.
Le dije lo que ofrecía y antes que terminara, sacó el brazo suelto y viscoso por la ventana y me tocó una teta. Me tragué el vómito que me provocó y subí al auto, ya casi resignada. Le grité a la Juana que me esperara, que volvía rápido, ya que no esperaba mucho de él ni tampoco de mí.
Apenas comenzamos a andar, me pasó un fajo de billetes sucios. Yo lo miré, tratando de mantener mi profesionalismo y le dije que después del trabajo se cobraba, ya que eso es justo. Me tomó la medallita de cuello y la miró. ¿Qué se tiene que andar metiendo con mi virgencita?
Llegué a su casa y era gigante. Tenía adornos en cada rincón y pinturas raras con harto color. Es típico que estos imbéciles tienen una mina y a ella por supuesto le da asco estar con un guatón de mierda así.
Finalmente, esto es una pega, aunque no tan digna y menos en situaciones como estas, pero es un trabajo igual. Como dice mi comadre Juana “e’ lo que hay”.
Me paré frente a él en su cama y él se tiró. La cara de asco no la escondí, pero a él le dio lo mismo.
Después de terminar, me fui al baño y me lavé la cara. Vi mi cara en el espejo y me di cuenta que ya no servía para esto. El gordo desagradable dormía como angelito y ya quería largarme. Tomé los billetes mugrientos del velador y salí por la puerta.
Decidí ir caminando esta vez, en vez de tomarme el taxi. Me ahorré esa platita para comprarle la pelota de fútbol que le había prometido al Juancho, mi niño.
Mientras caminaba me acordé de mi tío Lucho y de la última vez que nos vimos. Fue en la plaza de la población hace como 15 años. Ése día fue cuando me regaló la medallita de la virgen para la protección. Después de eso, nunca lo volví a ver.

Llegué al lugar de siempre y me fumé un cigarro para esperar otro auto.
Mientras me arreglaba la falda y el sostén que se me estaba incrustando en la izquierda, la Juana me dijo:

--Paré' que está vacío esta noche, ¿verdad estrellita?-

Tenía razón, debíamos irnos para empezar a vender la mercancía o sino no íbamos sacar nada de esta noche. Me contó que recién habían llegado unas bolsitas de coca de rebuena calidad y que la tenía en su casa.
No me gusta vender esta cosa, pero es lo único que queda por hacer. Vendí al final de la noche unas 10 bolsitas y tenía ya suficiente como para terminar la noche.
Contenta, radiante y con el sabor asqueroso del puerco ése, llegué a mi casita.
Me saqué los tacos para no meterle ruido a los niños y abrí la puerta. Iba entrando cuando sentí disparos. Venían de la casa de al frente.

-¡Ayuda! ¡Me están robando!—gritaba la viejita. Dudé un momento en salir pero finalmente lo hice. Me daba pena la pobre solita en su casa.
Apenas crucé la calle las puntas de mis medias caladas se rompieron.
Todo estaba oscuro. Abrí la puerta que se estaba cayendo a pedazos y entré. Ella estaba en el suelo llorando a moco suelto y un hombre con un pasamontañas apuntándola con una pistola.

-Maldita noche—pensé.
-Lo único que me faltaba, una puta al rescate—dijo el enmascarado.

Atiné a decirle que se calmara, que no iba a solucionar nada matando a la pobre vieja. La señora rezó como 500 aves marías, mientras sollozaba y escuchaba nuestra conversación.
Entonces, bajó la pistola y se apegó a mi. Me chupaba el cuello y babeaba como idiota. Se sacó el pasamontañas de la cara y me miró.
Ahí me di cuenta de quién era. Su bolsa con chucherías baratas se cayó al suelo mientras me miraba. Mis manos transpiraban y yo sólo estaba estancada ahí, como estúpida, como antes, mirándolo.
La señora aprovechó la ocasión y salió corriendo. Mis rodillas temblaban, sentía que me iba a caer al suelo. Después de todo lo que pasó entre nosotros y de todo lo que me hizo. Ninguno de los dos habló mientras me sujetaba de la cintura y me llevaba para afuera. No dejábamos de mirarnos hasta que llegó el momento.
Siempre nos prometí que lo haría, que la próxima vez que lo viera no dejaría que pasara más tiempo. Miró mi cuello y se dio cuenta que aún la tenía colgada. Sus ojos amarillos me miraban entera y su pelo negro ahora estaba blanco.
Mientras me contaba que estaba cesante, que ahora tenía que robar para sobrevivir, le quité la pistola. Tenía dos balas brillantes y eso era suficiente.

-Por fin negrita, nos vamos a amar para siempre—me dijo.
- Te amo—le dije mintiéndole.

Dos ruedas son mejor que cuatro

Publicado por Gringa en 17:45 0 comentarios
Dos ruedas son mejor que cuatro, eso siempre le he dicho a mis amigos. Algunos me dicen “la gringa”, tatuada casi completamente, con uno que otro aro entre el cuello y las piernas y el pelo siempre así, suelto con muchas rizos. Soy la barbie de los infelices.

Sí, me escapé de mi casa. Vivo en este mundo que queda al fondo a la izquierda. Obvio que me trataron de detener y muchas veces los estúpidos han venido a buscarme, pero ni los pesco.
Me encanta esto del látex, del cuero oscuro, gastado, rajado… es mi segunda piel. Cada cinco segundos solía tener un arranque más o menos temerario entre mis partners, donde competimos por saber cuál es el más rápido de todos. Los muy tontos creen que por ser mujer soy más estúpida, más lenta, más obvia. Pero se equivocan y eso es lo que pasó aquella noche, detective.
Obviamente a los hombres se les chupa competir contra una mujer, piensan que si pierden, sus orgullosos miembros caerán entre sus piernas.
Yo los controlaba, detective, yo los hacía sentir como babosas, como insectos pequeños en un bosque.
La cosa fue así. Me subí a mi Shadow. El viento estaba helado y me pegaba en la cara. Me coloqué los audífonos típicos, estos mismos y puse Cry baby de la Joplin. ¿Sabe qué? La mierda de todos los días se olvida a esa velocidad. Llegué al lugar de siempre y…
--¿A la Chimba?-
Sí, llegué para allá y apenas bajé el pedal de la moto, el Jano me dijo que me echaba una. Ni lo miré y me subí de nuevo a mi joyita. El muy imbécil comenzó a reírse y a burlarse de mí, como si no me diera cuenta. Pero me hice la tonta, como si no supiera nada y le moví un poco el culo, como para tentarlo, como para que se distrajera. El tonto y los demás re tontos se quedaron mirando como insectos, como le había dicho antes y yo comencé a andar.
El Jano se dio cuenta que ya había partido y trató de alcanzarme, pero no pudo. Usted entiende, las mujeres estamos arriba, ¿no es cierto?
¿Tiene fuego señor detective?
Gracias.
Bueno, como le iba contando, obvio que le gané al Jano, así que mientras él se lamentaba me prendí un pucho. Él se me acercó despacio, mirándome de arriba abajo y me dijo que estaba buena, que por qué no íbamos para el rincón, que qué iba a hacer cuando llegara a mi casa y miles de otras babosidades más. Yo sólo lo miré con los ojos verdes, estos mismo ojotes don detective y me fui a comer un completo al carrito de don Carlos.
--Pero el señor Carlos dice que usted no comió ningún completo esa noche.-
Pero espere pues detective, que cuando iba llegando al carrito, el Jano me agarró de la cintura y me dijo “ven pa’ acá rucia rica”.
-- ¿Y usted qué hizo señorita Katherine? -
No me diga así detective. Ya le dije que soy la Gringa. Bueno, como le iba contando, me dijo esa cuestión el muy asqueroso y le dije a los cabros que lo sacaran, que me estaba molestando. Así que el Guatón, el Jaime y el Pancho se llevaron al Jano para el peladero que está al lado y lo tiraron. Ahí fue cuando me acerqué y le tiré un escupo en la cara.
--Encontramos su ADN en la cara y en la boca, pero también en…usted me entiende…en su… -
¿Está insinuando señor detective que yo me lo tiré?
--Yo no he dicho eso, señorita, pero las pruebas confirman que usted tuvo relaciones sexuales con él el día del siniestro -
Bueno, pero eso fue antes, mucho antes.
--¿Antes de qué señorita?-
Antes de la carrera. Es que se me olvidó contarle eso.
--Bueno, cuénteme no más -
Está bien. Es que, como que no me siento orgullosa de contar eso.
-- La escucho –
Lo que pasa es que con el Jano igual como que nos juntamos y usted sabe, señor detective, la carne es débil, incluso para una que es mujer.
--¿Pero usted no lo odiaba? –
Sí, lo odio, bueno, lo odiaba. Lo que pasa es que el cuento es así. Nosotros estábamos juntos, vivíamos juntos pero terminamos. Terminamos hace un año más o menos, por una mina que se metió en medio. Así que las cosas con él no estuvieron muy buenas que digamos. Así que desde ese momento, igual siento una atracción por él y cada vez que nos vemos, nos reconciliamos y nos peleamos nuevamente.
Entonces, ese día fui al flipper en la tarde y me lo encontré. De ahí nos fuimos al el motel que está a la vuelta. Después me fui para mi casa y en la noche a la Chimba.
-- ¿Y qué fue lo que hizo después señorita?-
¿Después de la Chimba? Bueno, como le dije, lo escupí y me largué de ahí.
-- Me gustaría que me dijera quiénes eran los que estaban esa noche –
Estaba don Carlos, Jaime, Pancho, el Guatón y Emilio. Sí, creo que esos eran todos los que estaban. ¿Me va a arrestar don detective?
-- No puedo confirmarle eso, pero ahora puede retirarse y esperarme en la sala de al lado –
Señor detective, no puede hacerle nada a mis amigos. Ellos no tienen la culpa.
-- ¿Y quién tiene la culpa entonces?—
Bueno, a mi parecer, nadie. Como que igual el Jano se la buscó. Molestaba a los cabros, se reía de ellos, les espantaba a las minas. El Jano era muy desagradable y ahora que lo pienso, no tengo idea que cresta le vi a ese insecto.
-- Señorita Katherine, ¿está usted insinuando que todos odiaban a Alejandro?—
Sí pues, señor dectective, eso es lo que le digo. Yo lo odiaba más que todos, pero igual era rico, por eso nos íbamos para el motel de vez en cuando.
-- Entonces, ¿cuál es su coartada para esa noche? ¿qué es lo que hizo después de estar en la Chimba?—
Me fui para mi casa, como siempre.
-- ¿Hay alguien que pueda corroborar eso?—
No, señor detective. ¿Me puede dar un cafecito? Es que estoy con caña y usted me hace muchas preguntas.
-- Señorita Katherine, retírese y cómprese un café afuera—

***

-- Su nombre es Francisco Guerra, ¿no es cierto?-
Sí, pero dígame Pancho.
-- Bueno señor Pancho, cuénteme qué es lo que sucedió antes de ayer, la noche del sábado 10 de septiembre –
Nada sucedió. Fuimos a hacer carreras y a tomar cerveza, como siempre, como todos los días.
-- ¿Es verdad que usted lanzó al señor Alejandro a un lugar abandonado? –
Sí, es verdad.
-- Y luego de eso, ¿Volvió para desquitarse con él? –
No, nada que ver. Yo sólo lo hice por que la Gringa me lo pidió.
-- ¿Usted sentía odio por Alejandro? –
No. De hecho éramos buenos amigos, pero cuando está la Gringa como que hacemos lo que ella quiere. Ahora que lo pienso, no tengo idea por qué.
-- ¿Con quién más arrojó al señor Alejandro? –
Bueno, con el Jaime y el Guatón.
-- Pero habían más personas ahí que podrían haber ayudado, ¿o no? -
Sí, estaba el Emilio y el Carlos, el de los completos.
-- ¿Porqué cree usted que esas dos personas no hicieron nada? –
Don Carlos no hizo nada por que tiene su carrito y tiene que cuidarlo. El mes pasado le robaron toda la mercancía y por eso no puede dejar su lugar abandonado. Bueno, y el Emilio es el Emilio.
-- ¿A qué se refiere con eso? –
Es que el Emilio es reservado. Siempre está sentado sobre su moto mirando todo. Como que no habla, como que está en otra. Me acuerdo que esa noche me miró fijamente, mientras tiraba al Jano al barranco.
-- Señor Francisco, ¿usted sabe cómo murió Alejandro?—
No, no lo sé señor detective. ¿Lo acuchillaron?
-- No, le quemaron la cara con aceite hirviendo y luego, le dispararon dos veces—

-- Bueno señor Francisco, espéreme en la sala de al lado donde está la señorita Katherine –

***

-- ¿Es usted el dueño de carro de comida?—
Sí señor detective, sí señor.
-- ¿Qué hace usted depsués de vender completos en la Chimba? ¿Qué hace con su carro?
Bueno, lo dejo ahí, porque no tengo dónde dejarlo. Pero siempre, señor detective, siempre me roban algo esos bandidos.
-- ¿Usted sabe quien le roba?
No lo sé, señor detective, pero estoy juntando la platita para poder llevármelo a mi casa.
-- ¿Qué es lo que le robaron antes de ayer?—
Siempre me roban lo mismo. El aceite que ocupé esa noche y un cuchillo. ¿Puede creer, señor detective, que todos los días que voy a trabajar debo comprar un cuchillo nuevo y un litro de aceite? Esto ya me tiene mal, muy mal señor detective, lo único que quiero es irme para otro lugar.
-- Muchas gracias por su testimonio, puede esperar en la otra habitación—

***

-- Señor Emilio, ¿cuál es su apellido? -

-- ¿Estuvo usted ante noche en la Chimba, donde Alejandro murió? –

-- Si no va a hablar señor, voy a tener que dejarlo en custodia hasta que quiera hablar –
No es necesario eso, señor detective. Le voy a contar lo que realmente sucedió.
--Lo escucho –
La verdad señor detective es que yo no lo maté.
-- Pero, ¿usted fue testigo de cuando Alejandro fue lanzado al barranco?—
Sí señor. Pero yo no lo lancé. Sólo miré cómo, por primera vez, Jano era ridiculizado. Eso me causó bastante gracia.
-- Señor Emilio, ¿qué hizo usted después de estar en la Chimba?—
Me fui para mi casa, como siempre.
-- Oficial, haga pasar a la señorita Katherine –

--Señorita Katherine, tome asiento –
¿Qué pasa don detective? ¿por qué el Emilio está acá?
-- Necesito que estén ustedes dos para hacerles unas preguntas –
Dígame no más, detective. Soy todo oídos.
-- ¿Estuvieron ustedes juntos la noche aterior, cuando Alejandro Martínez murió? –
¿Cómo juntos, señor don detective? Quiere decir, ¿juntos juntos? No pues, ¿me vió cara de qué señor?
Pero Gringuita, respóndele al detective.
¿Y qué querí que le diga?
Bueno, dile la verdad, tú siempre dices la verdad.
-- La verdad es que quiero que los dos me respondan –
Señor detective. Quizás usted no sepa pero, estudié 2 años derecho en la universidad y una de las cosas que aprendí es que, su interrogatorio, se está volviendo un acoso.
¿Y cómo sabes tanto Emilio?
Al ser un acoso, es algo personal y bueno, usted sabe, podríamos hablar sobre esto. Por lo que le propongo, que no siga preguntándonos ni insinuando situaciones que no son reales, hasta que tengamos un abogado que pueda defendernos.
Sí, señor don detective. Espérese sentadito no más.
 

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